sábado, 22 de mayo de 2010

Sexta fecha - Contra Comercio 1

Por el canillita que miraba el partido.


¿Quién lo hubiera imaginado? Una mañana triste y sombría que atrajo a cada jugador con el mal humor propio de dejar la cama. Empezó como empiezan esos días con la pierna izquierda. Cuando todo te sale mal. Les ganaba la impuntualidad. No llegaban a 6 y ya era la hora:
-¿Y los demás?
-No están. Se quedaron abrazados a las almohadas… ¡Y… el día estaba lindo para descansar! ¡No daba para levantarse temprano!
-¿Y las camisetas?
- Tampoco están. Ni las nuevas, ni las viejas. Hoy ni siquiera las camisetas quisieron venir.
Pero poco a poco fueron llegando hasta completar 10. Traían el peso de las tensiones de la semana. El drama propio de un niño que pasa al frente para dar lección justo el día que llegó tarde, no trajo el guardapolvo, no estudió, ni tampoco hizo la tarea. De ese niño que es sorprendido en la negligencia cuando ya se le acabaron las escusas. Sin embargo, siempre hay alguien para echarle la culpa. ¿No le pasó a Adán cuando Dios le preguntó si había comido el fruto prohibido y él contestó que la culpa la tenía la mujer? ¿Y también a Eva que le echó la culpa a la serpiente? Como dice el tango «La historia vuelve a repetirse». Esos jugadores de potrero que no habían llevado las camisetas empezaron a echarse la culpa mutuamente, se gritaron, se insultaron y se odiaron… Ya no le podían echar la culpa al árbitro porque dirigió bien. Tampoco al rival, porque ellos les enseñaron lo que significa el perdón más allá de la ley positiva cuando esperaron más tiempo de lo que el árbitro demandaba, cuando los dejaron jugar sin camiseta, cuando les prestaron el papel para poder escribir a mano la planilla.
Ahí empezó esta historia. Le decían “El Teté” de la Comercio 1. Sí, ese que les dijo esa mañana lluviosa: «Llegamos aquí para jugar». Y con eso expresaba un gesto de amistad, honor y caballerosidad que va más allá de un partido de futbol. Expresaba un espíritu y una actitud propia de un hombre indulgente que conoce la debilidad de la naturaleza humana, como un padre o simplemente un profesor que perdona al alumno infraganti para hacer más hermosa y llevadera la vida. Para enfrentar al hijo o al alumno con su propio espejo, como cuando se ve tal cual es. Y ahí empezó todo…
Ya no había a quién echarle la culpa y se gritaron mutuamente, como siempre, hasta que se cansaron y se encontraron con lo más crudo de la vida: con la VERDAD. La verdad de una semana de tensión. El orgullo que se desvanecía por la falta de los colores que son parte de uno y por el nerviosismo que los enjaulaba en la improvisación. Finalmente la verdad los acalló. Los golpeó como golpea ella, es decir, implacablemente, para imponerse. Y se descubrieron solos. Como la primera vez. En un potrero. Sin camisetas pero con la pelota bajo el brazo. Y se dijeron: ¿Y si probamos jugar? ¿Y si nos animamos a soñar que somos jugadores y que tenemos un equipo? ¿No será hermoso algún día contarles a nuestros hijos y nietos que una vez nos embarramos? ¿Y por qué no, decirles también mucho más,… que una vez fuimos héroes… por ese pase, por esa atajada, por eso faul, por ese gol?
Y se miraron, y se sonrieron, y entraron a llenar de barro esa ilusión. Y se dio lo increíble como cuando se da la falta de lógica.
Aquellos hombres que se jactaban de ser Señores del Futbol, porque habían traído siempre sus camisetas perfumadas, porque habían llegado a veces temprano y porque habían hablado alguna vez de audacia y compromiso… ya no podían ni jactarse de nada, tan solo podían hacer el esfuerzo para volver a empezar.
Y eso sucedió. Se remontaron a los ancestros juveniles. Se convirtieron en esos changos que se juntan en los potreros bajo la lluvia por el amor a la redonda. Esos que sueñan algún día jugar el mundial. ¡Y lo más curioso de todo, es que ganaron! ¡Con un hombre menos! ¡Qué partido! ¡Qué lindo! ¡Otra que la final del Inter contra el Bayern Münich! ¡Encima 4 a 1!
Yo los vi retornar a sus casas, y volver a sus rutinas caminando a paso cansino, mojados por la lluvia y sucios de barro. Se abrazaron. Volvieron a ser amigos. Agradecieron a sus rivales por enseñarles la esencia de la vida que se habían olvidado: el Perdón y la Amistad. Todo era absurdo. No lo podían creer. Y se fueron a contar esta historia.
Yo me quedé a ver si había otro partido mientras sigo vendiendo diarios. No me queda otra. Por lo menos esto me hace pensar en la celeste y blanca ya que se viene el mundial. Y además falta poco para el Bicentenario. Me imagino que el 25 mayo nos tiene que encontrar de nuevo con esa ilusión de patria. La ilusión de perdonarnos como argentinos, aunque seas de otro equipo. La ilusión de tomar conciencia de que tenemos que dejar de generar odios y enfrentamientos y tirar todos para el mismo lado. La ilusión de poder amigarnos unos a otros detrás de un mismo ideal como se amigan los changos en los potreros de nuestra ciudad entorno a un balón. ¡TATITA DIOS metete y ayúdanos! ¡Bendice esta PATRIA ARGENTINA, que no es la mejor, pero es la nuestra, la que nos tocó, y la que AMAMOS! Te lo pide un humilde canillita.


FICHA
Fecha: 6° - Cancha: 4 (Antena) - Rival: Comercio 1 - Resultado: 4 a 1 (1 a 1 - 3 a 0)- Camisetas: -
Jugaron: Ignacio, Daniel, Felix, Fabian, Cardozo, Nico, David, Cura, Tano, Simón y Hector.

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