domingo, 21 de septiembre de 2008

DURO DE MATAR 5

Por el broma tólogo Dr. Acido Urico:

Dame, Señor, el sentido del humor; dame la gracia de saber aceptar las bromas para que pueda sacarle a la vida un poco de alegría y la haga también participar a los demás.

(Santo Tomás Moro

Cuentan los que saben que a mitad del 1.300 –cuando la Edad Media mostraba sus últimos fulgores- Europa era recorrida por un caballero andante de dotes irresistibles. Su nombre, sir Rudesindo Charles García. Su reino, La Mancha.
Huyendo de la peste negra; de maridos, suegros y hermanos deshonrados, sir Rudesindo se armó una balsa con botellas de coca y se hizo a la mar en busca de nuevos horizontes, curvas y tentaciones.
Mientras se entretenía chateando vía on bird con las pebetas que había dejado en el Viejo Continente, cayó de golpe en la cuenta de que estaba en una playa. Lo recibieron el canto de los guacamayos, monos y varias indiecitas…
Harto de que alterara abruptamente la tasa de natalidad de la tribu, el cacique Pocahonda lo mandó apresar. Mientras lo introducían en la olla locrera, inmortalizó los últimos versos que todavía resuenan:

Resistiré, erguido frente a todo
Soportaré los golpes para endurecer la piel…

Este dramático suceso, que figura en el revisionismo histórico encarado por Garc

ía Hamilton y Felipe Pigna, refleja a la perfección el sentimiento del equipo. Resistimos y pudimos cantar victoria. Pero no nos adelantemos.
Con las sábanas tatuadas en la cara, los shaagos fueron llegando a la cancha 4. Algunos, arrastrándose, ya que el equipo tiene más enfermos que el Santuario de Lourdes. Llegamos todos, menos el jugador más importante: ¡las camisetas!
¿El rival? Leales. Estábamos confiados. Un par de meses atrás, nuestro espía los había visto jugar. Su informe fue contundente: “Hacen llorar a un ojo de vidrio. Son todos sub 45-50; con más rollos que Kodac y Minolta juntos”. Sin embargo, grande fue nuestra sorpresa cuando entraron unos pendefloggers, Muchachos: si inventaron la pastilla de la eterna juventud, por favor pasen la receta, ja.
De entrada, sorprendimos. Y ese martillazo, de acuerdo a lo que iba a venir, sería decisivo. Fabián se escapó por la derecha y Milinkovic lo bloqueó dentro del área. Penal aquí, en Tanzania y Ulan Bator. El mismo jugador lo pateó, esquinado al palo derecho del uno.

Espectacular. Sin despeinarnos –para algunos toda una ironía- en menos de 5’ estábamos en ventaja.
Como era de imaginarse, Leales nos saltó al cuello como encarador serial de boliche. Avisaban que si queríamos ganar había que dejar sangre, sudor y más. Allí creció la figura de Matías que, a pesar de una contractura en las zonas pudendas, recuperó pelotas en el medio, aunque a veces excediéndose en la gambeta, tanto que habría que atarle un ladrillo en la nuca para que levante la cabeza.
El medio era una metalurgia: saltaban chispas por todos lados. Percibiendo ese déficit, Ignacio le dejó su lugar a Sergio, luego de hacer un par de piques que lo dejaron con menos aire que al General en el juicio.
El final del primer tiempo nos encontró maltrechos, abollados, pero con la alegría silenciosa de la ventaja a favor. Había que prepararse para lo peor.
En el segundo tiempo, la cancha se inclinó más que la proa del Titanic. Pero Di Caprio y Katy la gorda estaban mejor, porque ellos por los menos tenían barandas… ¿Y nosotros? Uhhh…
Nos cascotearon el rancho una y otra vez. Pero pagando con creces los erro

res del sábado anterior, todo el equipo –especialmente la defensa- estuvo más concentrado que Karpov jugando con la máquina.
Impresionante el trabajo de Ricardo, desdoblándose en la doble función de lateral y central; mostrando toda la clase que lo hiciera famoso en la Buenos Aires al 500 y el playón de la Unsta, cuando todo cheronca se paseaba en la chopera de Terminator… Como muestra, conmovedora la bola de fuego que sacó de palomita, ante la plancha, microondas y todos los electrodomésticos que tiró un lealeño.
También merece destacarse la dupla de centrales, Roberto y Nicolás - decididamente imprescindibles para el equipo- que salieron con conmoción cerebral –bué, ¿no será mucho?- de tanto sacar pelotas. También destacado el tiempo que entró Bernardo y el vértigo que propone Fernando por la derecha, que salió en una pata como el pirata Morgan.
Y cuando la defensa no pudo, surgió la enorme figura de Hugo, el katequista. Enfundado en su traje negro, sacó un tiro libre envenenadísimo y se mostró seguro por arriba y abajo. Hizo la simple, lo más difícil del fútbol. Al verlo, algunos se apresuraron a compararlo con Lev Yasin, “la araña negra”, aquel arquero ruso que jugando para el Deportivo Urales en los 60’, dio la vuelta olímpica al grito de “es para Trotsky que lo mira por TV…”
Como un doble de riesgo en la próxima “Duro de matar 5”, pasamos las de Caín. Nos balearon surtido, trompeamos a los malos, corrimos aviones, desactivamos bombas pero, gracias a la suerte, la concentración, y la alineación planetaria, terminamos besándonos con la victoria.
El tercer tiempo nos encontró festivos. No éramos todos, pero sí los suficientes para que en un clima intimista de autoayuda, cada uno contara sus problemas de salud.
Antes de irnos, el dueño del bar, un turco pelado con acento porteño, nos rogó emocionado que votemos por su hija que ya es finalista de flamenco en “Talento argentino”.
Como ellos, nosotros también tenemos un sueño.

No hay nada peor que enfrentar a un adversario que tiene un sueño, una meta.
Les avisamos al resto que estamos vivos. Que resistiremos. Que por nuestras venas corre una sangre milenaria que no se mancha. Que tenemos hambre de gloria.
Vamos por más. Vamos por todo.


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